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El padre del niño cofrade. Visita al Hospital Infantil Virgen del Rocío.

Por qué escribir esto.

Una estantería de mi biblioteca está dedicada al completo al Patrimonio de Santiponce y los nombres de sus mayores estudiosos se entremezclan sin orden ni criterio académico o cronológico. Han sido mi particular Consejo de Sabios durante estos últimos años. Pilar León, Padre Zeballos, Respaldiza, Gestoso, Rodríguez Hidalgo, González Moreno, García y Bellido, José Algaba, José Velázquez, Eduardo Casas... Tanto he aprendido de ellos y tanto les he estudiado que incluso he osado llevar a la práctica la absorbente tarea que supone divulgar como ellos. Pero si algo me ha faltado durante estos tres últimos años ha sido las más importante de las lecciones, la de la vida y de todo ese catálogo patrimonial de Santiponce, la pieza que termina por completar el conjunto, el último de sus componentes, el humano.  


Este escrito no iba a existir por ser tan personal como repetido, tan compasivo como ventajista. Y de pronto, Elena Huelva. ¿Y su lucha, no es nuestra lucha? ¿No somos partícipes de ella? ¿Qué podemos hacer por ella, por tantos como ella, por nosotros mismos?  Por qué escribir esto. Quizás solo porque este escrito también ha luchado por vivir.

 

La edad adulta.

La línea de llegada o partida que significa la madurez no siempre va en consonancia con una simple cuenta cronológica. Hay jóvenes más maduros que los propios adultos, según el número e importancia de experiencias vividas. Visitar el área oncológica de un Hospital Infantil nos envejece a todos, más aún a los que acaban de abrir sus ojos juveniles  a ese otro mundo que creían tan insólito y lejano.  Gracias a , Alfredo, Josemi y Gonzalo por su valentía, su entereza y su comportamiento. Por hacer llegar su juventud, complicidad y energía  a los que tanta salud como alegría necesitan. Y por su sinceridad, por confesar que aguantaron hasta llegar a casa donde, desconsoladamente, lloraron. Perdón, hijo, por ocultarte tantos años la realidad de la vida y por terminar enseñándotela.

 



Celeste y Mercedes.

Más o menos de la misma edad. No más de doce primaveras. Primaveras marchitas, primaveras de flores encerradas en un jarrón con ruedas. Solo nos hablan sus ojos. A Celeste le brillan sus enormes ojos cuando nos acercamos a hacerle fotos. Su cara se nos aparece como un universo infinito, y sus ojos como galaxias, constelaciones lejanas. Mercedes luce un jersey navideño con unas lucecitas engastadas entre la lana que se esfuerzan en iluminar su cara. Mercedes y su madre quieren irse ya para su casa gaditana. Allí no es igual que en el hospital aunque todo siga siendo igual. El agotamiento, aunque lleve artículo masculino, tiene rostro femenino.

 


Indhira y Karim.

Indhira tiene seis años y ha coincidido su cumpleaños con la estancia en el hospital. Lo ha pasado muy mal estos días. No podía respirar y vino desde Badajoz para que le salvaran la vida. En las escaleras nos encontramos con su familia gitana que la acompaña. De pronto nos juntamos tantos como para llenar el Villamarín...  Karim es el Balón de Oro de las sonrisas. Tiene nueve años pero su cuerpo no ha querido cumplir más de dos. A pesar de todo, ríe mucho. Se ríe de nuestras pintas. Nos ha enseñado con dos carcajadas que deberíamos tener un poco de más sentido del ridículo y que los raros somos nosotros.

 


Lola y todo el personal.

Durante todo el recorrido somos agasajados por el personal del Centro. Tere, nuestra compañera de asociación, sale a nuestro encuentro intencionadamente reiterando que nuestra presencia es tan esperada como agradecida. Uno de los celadores de oncología infantil es viejo conocido pero ajeno a mi participación en estas actividades. Reconoce mi voz y me abraza emocionado. Él, el que siempre me confesó que nunca se emociona en el Hospital, el que siempre me confesó que siempre tiene ganas de llorar en el Hospital. Lola nos acompaña todo el rato. Es paisana. Está muy contenta por nuestra presencia. Nos tiene corriendo para un lado y para otro. Es encantadora. Estamos eso, encantados. Nos dice muchas cosas bonitas. Nos dice que ve las caras de los niños 24 horas al día. Las conoce, las interpreta y las lee. Reconoce que tras la visita de los centuriones,  les ha visto otra cara nueva, distinta. Por ello, está feliz.  


El padre de Joaquín, el niño cofrade.

La habitación de Joaquín está llena de imágenes cristíferas y marianas. Una interminable línea compuesta de estampitas de cristos y vírgenes circunda todo el espacio serpenteando por entre las botellas de oxígeno, el monitor del cardiograma o el carrito del suero. No solamente conoce el nombre de todas sino la posición exacta en la que están ordenadas. Joaquín es lo que suele decirse, un "jartible". Su cerebro e inteligencia son sorprendentes a sus 8 años pero su minusvalía física y fragilidad son extremas. Su madre me sirve de traductora ante mi improvisado Trivial Cofrade.  Su padre nos observa silencioso e intento sacarle conversación. Le confieso que mi hijo con 8 años era igual y que con un micrófono simulado retransmitía la salida de las cofradías. Dentro de la mayor de las torpezas le digo que este año retransmitió la Semana Santa sevillana para todo el mundo. El padre de Joaquín me miró entre compasivo y resignado. En el mayor de los silencios sus ojos se pronunciaron. El padre de Joaquín solo quiere que su hijo pueda ver la próxima.

 

Gracias a todos los que nos han acompañado como auxiliares con la entrega de diplomas a los niños, ayudando a entregar los regalos o simplemente a cargar con nuestro material. Mercedes, Mari Carmen, Isabel, Aurelia, Elena, Juanjo, José Velázquez, José Nicolás, Antonio García, Antonio Vega, Rafael, Joaquín, Manuel Marchante, José Moreno, Josemi, Alfredo y Gonzalo.

  













 


Comentarios

  1. Hecho de menos leerte y comentarte. Lo hice habitual en mi día a día. Y hoy, me he alegrado ver que comienzo 2023, leyendo palabras, frases y párrafos cargados de una luz y una sonora sensibilidad como solo tú sabes hacer. Gracias, don Manuel Lamprea por traernos en imágenes y palabras tantas experiencias vividas por los Amigos de la Centuria y del Monasterio.

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  2. Impresionante, una experiencia vital única. No olvidamos a Elena, con ganas ganaremos, seguro. MM

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