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Mostrando entradas de noviembre 29, 2018

POPULI LOQUI. La gente habla…

… Y no para de hablar. Túnicas, togas, trajes por aquí, pallas por allá… Búsquedas desenfrenadas de información en Internet, tráfico y contrabando de fotografías con vestidos de originales diseños,  mercerías desbordadas y alguna que otra tendera de comercio multiprecio vociferando “no tengo tlaje pelo yo encalgo, encalgo”. Señoras de elevada edad  y espíritu aún más elevado me dicen, al reconocerme,  que mañana estarán las primeras. Un auténtico sueño. Apenas ya a 24 horas y tras el punto de inflexión que supuso el pasado día de la Romanidad, la conciencia colectiva de gran parte de la ciudadanía de Santiponce ha comprendido hacia dónde tiene que ir y mañana se va a echar a las calles del pueblo para, además de la conocida causa benéfica, seguir apoyando con su presencia la candidatura de Itálica a la Unesco y aprovechar para reivindicar el resto de su patrimonio, en especial su abandonado Monasterio. Y como siguen sin parar de hablar, nosotros desde aquí nos vamos a callar. Sol

La más poderosa de las armas. Visita a la FOAM de Santiponce.

Entran, firmes y dispuestos, los romanos. En todo el halo de altivez y arrogancia que se desprende del cascabeleo de las corazas y los cascos se adivinan muecas amables y tranquilas. Vendrán de librar alguna batalla (siempre pacífica) en los yermos campos de la indolencia y en las praderas de la desidia, pero siempre les sobran fuerzas. La tarde se antoja dura pero muestran la mejor de las sonrisas. En el salón de corte esperan los emperadores, curtidos en la peor y más cruel de las batallas: la del tiempo. Bajaron ya para siempre de sus caballos en sus ojos solo se atisba un remanso de paz interminable. Es, también, el deber cumplido. Los valientes soldados rinden homenaje a sus antecesores, como está escrito en las leyes invisibles e inviolables de la herencia italicense. Aconsejan, sonríen, disfrutan, miran. Los emperadores y emperatrices, cada uno en su trono inexpugnable, bendicen condescendientemente la visita. Su guerra es larga, dura, inmisericorde, pero no deja de ser moti