Asociación Amigos del Monasterio-Centuria Romana de Santiponce

Cuando las tinieblas de la noche vencen sin apenas oposición a las ahora breves luminarias vespertinas, suelo cumplir la rutina diaria de otear por una última vez desde mi balcón, a la espadaña del Monasterio. Tras esperar unos segundos, el tenue sonido imaginado de una de las campanas, la pequeña, siempre la pequeña, termina por darme el saludo sonoro esperado, como el de un guiño cómplice de buenas noches. Unas noches, ese sonido es susurro apacible, otras es gemido apenado, otras alarido violento y otras noches, no lo siento. Cuando no lo siento, como hoy, dejo a los que han sentido lo mismo que yo he sentido que hablen por mi. Hoy no quiero escribir más, que hablen las  personas que han visitado el Monasterio venidas desde cualquier otro rincón del mundo, que no pertenecen a esta Asociación, que no son de este pueblo, ni provincia, ni región, ni país, pero son del mismo sentimiento. Citas reales extraídas de páginas de viajes de referencia "Una joya desconocid