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Mujeres de almas tomar. Visitas temáticas a San Isidoro del Campo. Día Internacional de la Mujer.

(Leonor Dávalos tapando a Dª Urraca)

Con motivo del Día Internacional de la Mujer, los pasados 6 y 7 de marzo se realizaron varios turnos de visitas temáticas gratuitas sobre las mujeres relacionadas con la historia del antiguo Monasterio de San Isidoro. Las visitas debido a la crisis sanitaria, fueron en grupos reducidos y las explicaciones corrieron a cargo del personal de Servicio de Gestión Cultural, en este caso de nuestra querida amiga Isabel de Miguel, que además de mostrar su amplios conocimientos sobre el Monasterio, fue capaz de impregnar cada uno de sus rincones de espíritu femenino, utilizando un lenguaje tan sencillo como explícito y tan cercano como profundo. Las palabras de mujer en labios de otra mujer suenan más auténticas, y sus actos se manifiestan más verdaderos.

Virgen de la Antigua. Sacristía (detalle)

A pesar de que el Monasterio de San Isidoro ha tenido siempre la consideración de vocación mariana, hay tres personales femeninos de especial significancia por su vinculación directa y un cuarto por su importancia universal e influencia indirecta. Doña María Alonso Coronel, Doña Urraca de Osorio, Doña Leonor Dávalos y Santa Paula de Roma, mujeres que con su tesón y sus actos, representarían los más altos niveles de lucha e igualdad en un mundo exclusivamente manejado por hombres.


Nuestro punto de origen no podía ser otro que el sepulcro de Doña María Alonso Coronel (o Alfonso, según debate que trataremos en otro momento). Aunque la figura de Doña María ha estado siempre unida a la excelencia y altura de su linaje, su historia es comparable a la de muchas otras mujeres de la Edad Media, que desde la inteligencia y un gran sentido de estado, fueron capaces de administrar los asuntos públicos y económicos de una familia entera convirtiéndose en punto gravitatorio desde una supuesta posición subordinada. La historia además ha engrandecido su leyenda de mujer inteligente y heroica adornándola de sucesos fabulosos e inverosímiles.

Entre 1283 y 1287 nacieron los cinco hijos del matrimonio, tiempo que en su mayor parte doña María pasó en África, acompañando a su esposo, el cual se encontraba al servicio del sultán meriní Abū Yūsuf. A mediados de 1286 regresó a Castilla con toda la riqueza acumulada por su marido como botín de guerra o pago de sus servicios. Para poder obtener la autorización del sultán y sacar tan importante suma acumulada, le hizo creer que Guzmán el Bueno no era tan bueno y que era más o menos un demonio de marido y que lo abandonaba para irse con su familia. Para el viaje preparó las alforjas que rellenó con sus joyas y alhajas colocadas en el fondo y ocultas con una capa de higos secos en la parte superior.

Su carácter igualmente queda de manifiesto en la manera de afrontar el más terrible de los trances para una madre como es el de sacrificar la vida inocente de un hijo a cambio de la defensa de Tarifa o cuando para evitar tentaciones de adulterio "asió de un tizón ardiendo que cerca de sí halló y metióselo en el miembro natural..."

Detalle Sepulcro aludiendo al tizón ardiendo

Este rasgo heroico debió difundirse con rapidez, por ello no es extraño que en la primera mitad del siglo XV el poeta Juan de Mena en la copla 79 de su Laberinto de la Fortuna la recordara con estos versos, cuya última estrofa también aparece al final del epitafio de su sepulcro:

“Poco más bajo vi otras enteras. La muy casta dueña de manos crueles, digna corona de los Coroneles que quiso con fuego vencer sus hogueras. O ínclita Roma si desta supieras cuando mandabas el gran universo: que gloria, que fama, que prosa, que verso que templo vestal a ésta hicieras”


Crió como suya a la única hija bastarda de su marido, fruto de una de las múltiples infidelidades de Guzmán. Repartió sus bienes en vida entre sus hijos a los que dejó convenientemente casados y tras 63 años dignos de ejemplo vino a descansar para siempre a Santiponce con toda su grandeza, alma y ovarios, pero con unos desgarradores genitales lacerados.

Uno de los hijos de Doña María, Juan Alonso Pérez de Guzmán y Coronel, se casó en segundas nupcias con Doña Urraca Osorio de Lara. Él tenía 50 años y ella 20. Del matrimonio nació Juan Alonso Pérez de Guzmán y Osorio el cual heredó todos los privilegios de su difunto hermano de padre que fueron refrendados por Pedro I el Cruel. 

A pesar de estar lejanamente emparentados, Juan Alonso no tomó partido por Pedro I sino que lo hizo por Enrique de Trastámara en su guerra fratricida, debido en parte a la crueldad manifestada por el primero hacia su linaje y gran parte de la nobleza sevillana. Una vez derrotado Enrique de Trastámara, Juan Alonso tuvo que huir para no ser ajusticiado y Pedro I haciendo honor a su apodo, cogió lo que más a mano tenía que era, como no podía ser de otra forma, a una mujer indefensa. Pedro I acusó a Doña Urraca de haber sido la principal instigadora de toda la conspiración contra su persona y ordenó que la quemaran en la hoguera. 

Durante la ejecución celebrada en la Alameda, el aire caliente que emanaba la pira levantó las faldas de Doña Urraca lo que provocó la sonora burla del numeroso populacho congregado. Entre los presentes, estaba Leonor Dávalos, una antigua protegida de la ajusticiada que en un acto de lealtad infinito, corrió hacia ella para bajar sus ropajes y evitar que mostrara su desnudez. Ante el gentío mudo de asombro, las dos mujeres terminaron ardiendo juntas y juntas quedaron mezcladas sus cenizas para siempre.

En San Isidoro, una pequeña imagen a los pies del sepulcro nos recuerda a la infortunada Leonor. En el lugar de la ejecución se colocó una cruz con una tinaja lo que llevó a llamar la calle como Cruz de la Tinaja. La cruz actualmente se encuentra en la Real Parroquia de Omnium Sanctorum. La tinaja imaginamos que se perdería pero lo que no se ha perdido es la memoria ni el alma de Doña Leonor perpetuadas con el nombre de una calle en un lugar cercano. La valentía y la lealtad, admirada Leonor, son y serán siempre, sustantivos femeninos.

El Patio de los Evangelistas del Monasterio santiponceño, tiene un marcado carácter representativo. Este patio alojaba la hospedería y al estar abierto al público, entre los elementos de su decoración  mural podremos encontrar símbolos moralizantes, escudos y divisas de los Guzmanes, declaraciones de amor y un santoral que enfatiza la actividad intelectual de los jerónimos. 

Y entre todo el catálogo de santos y en un lugar relevante junto a la puerta que conectaba con el Claustro de los Aljibes está Santa Paula, con un sarmiento a modo de báculo de abadesa y también con un libro en su regazo, más bien en su vientre. Santa Paula nació en Roma en el 347 en el seno de una rica familia senatorial. Madre de 5 hijos y tras quedarse viuda con 32 años, se une a Santa Marcela con la intención de abandonar su vida aristocrática y dedicarse a la oración y al estudio de las Sagradas Escrituras. Junto con su hija Eustoquia, abandona Roma y se dirige a Oriente para unirse con San Jerónimo y empezar la elaboración de la Vulgata, primera traducción al latín de la Biblia hebrea y griega encargada por el Papa Dámaso I.
Una ardua tarea que no se entiende sin los excepcionales conocimientos de la lengua hebrea de Paula o su tenacidad incansable para el estudio. Cuando ésta fallece, San Jerónimo, desanimado y con problemas de visión, no se encuentra capacitado para continuar la exigente labor encomendada y es Eustoquia quien le obliga y exige que termine la tarea, no solo realizando la traducción sino organizando el trabajo. Ante la tumba de Santa Paula en Belén, San Jerónimo escribió su epitafio en la piedra "He hecho para ti un monumento más durable que el bronce, que el tiempo no destruirá jamás". Después de tantos años, tantos siglos Santa Paula representa la erudición más exquisita, la tenacidad y dedicación en el trabajo, y por eso en un Monasterio de hombres es la primera en recibir a los visitantes. 

 Agradecer nuevamente esta iniciativa del Enclave Monumental, a nuestra amiga Isa y al resto de sus trabajadores. San Isidoro del Campo es tan infinito que esconde muchas más almas femeninas que las que podemos ver fácilmente. Desde tristes almas encarceladas hasta almas reparadoras de hábiles manos, capaces de devolver el esplendor perdido. Almas pasadas, y almas presentes como las que confían con su trabajo y empeño en situar este monumento en el lugar que merece.  Y sobre todo, almas futuras. Jóvenes almas, laboriosas, entregadas, inteligentes y sabias, valientes y leales. Estas son las verdaderas armas de mujer en mujeres de almas tomar.





Comentarios

  1. Gracias por rescatar la memoria de mujeres que siempre quedan en segundo término y que, como tú dices, son mujeres de almas tomar.

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  2. Gracias, he disfrutado con la lectura.

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