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La noche que el fantasma de Dª María Alonso Coronel, "La Buena" asomó por su ventana.

Esta historia está totalmente basada en hechos reales. Bueno, casi toda. 

Todo empieza el día que con la erudita intención de llevar a todos nuestros asociados e interesados en general la esperada conferencia de hace unos días en el Monasterio sobre Guzmán el Bueno impartida por el Dr. Torremocha , aquí el que les habla, como responsable de todo el entramado mediático de nuestra Asociación, se apresuró a instalar el complejo sistema audiovisual de grabación consistente en un humilde pero esbelto trípode y un terminal telefónico móvil más o menos suficiente para el caso. Ambos juntos y revueltos, se situaron justo en la imaginaria línea divisoria de las dos iglesias señoriales mientras un servidor se disponía a realizar las fotos obligadas, necesarias y correspondientes a presentadora, presidente y conferenciante, no sin estar pendiente y preocupado por el final feliz y esperado de la grabación. 

Mientras la interesante conferencia de D. Antonio seguía su curso con sus continuas referencias al llamado "el Bueno" por su heroica actitud en Tarifa (en la que durante el asedio musulmán entregó su propio puñal para que sacrificaran a su hijo capturado), intenté alejarme un poco para realizar la foto icónica que recogiera la imagen montañesina de D. Alonso junto a la de nuestro insigne disertador.
Una vez vuelto de espaldas dirección hacia la iglesia antigua y un poco cegado aún por el continuo ir y venir del visor de la cámara a la pantalla del móvil, observé como de la efigie de Dª. María Alonso Coronel brotó un haz de luz en el mismo momento en el que por las góticas galerías del Monasterio retumbó el nombre de "El Bueno". Evidentemente, es viernes noche, las horas de ordenador en el trabajo son muchas, eres miope, "astismático", "presbícico" o como se diga y tienes más de 50 tacos, lo más normal es que lo que ves de extraño en la figura orante de nuestra heroína local sea un reflejo y/o una refracción.  
Hombre de letras, pero absorbido por los números, el poco raciocinio que me queda lo uso solo para lo que veo, no hay más, no se confundan. O sí, porque cada vez que el bueno de D. Antonio pronunciaba "El Bueno" yo miraba a Dª María que me devolvía entre cómplice e implorante su correspondiente exhalación luminosa. Así, una y otra vez, hasta que el final de la conferencia silenció al fin el nombre de D. Alonso Pérez de Guzmán, "El Bueno". 

Ya con la iglesia desalojada de público y con toda la logística recogida, me dirigí ya a solas, hacia el magistral sepulcro de Dª María con la intención de apartar definitivamente, cualquier resto de la experiencia vivida que con toda seguridad, era fruto de la fatiga psíquica y visual:
- Doña María, ¿Usted me quiere decir algo?. 
- ¿Doña María, hábleme?, ¿Doña María?
Y a la pregunta, solo respondió el silencio. El silencio y el cada vez más cercano silbar del viento de la tormenta pronosticada para esa noche. 

No me quedó más que abandonar el Monasterio por su hermoso patio de naranjos, en antaño cementerio, cabizbajo, con la estremecedora sensación de que aún no todo estaba dicho, es más, que aún nada se había dicho.

A la par, llegamos a casa yo y la tormenta, manifestada de forma excepcional por la virulencia del vendaval que la acompañaba, tanto que no pocos fueron los daños en el pueblo y especialmente los sufridos en mi calle, muy cercana al Monasterio. 

La tarde del día siguiente, con el vago y casi olvidado recuerdo de la noche anterior, quise visitar y charlar tranquilamente con nuestros atentísimos y amabilísimos encargados del Enclave porque a San Isidoro nunca hay que ir con prisas, y eso precisamente es lo que siempre se hace. 
Pocas cosas se pueden hacer mejor que pararse a hablar un rato con Itza (nombre inventado porque no se pueden dar nombres reales.....) sobre las cosas que pasan en el Monasterio. Y pasó que esa misma mañana,  y durante la primera inspección rutinaria de la zona visitable, Itza (mi amiga del nombre inventado) observó sobresaltada en la sacristía, cómo una de las hojas de la ventana del acceso cegado al sepulcro de Doña María Alonso Coronel, se hallaba incomprensiblemente abierta, ventana que no pudo ni puede ser abierta por nadie. Teniendo en cuenta las posibles corrientes generadas por el viento la noche anterior, la causa podría ser más que evidente. 
Pero siguió pasando que un par de horas después, una turista solitaria que visitaba el monumento salió temblando y despavorida de la sacristía explicando cómo primero había sentido una presencia a su alrededor y después cómo ésta se perdía por la ventanita abierta de un balcón. 

Unos días después, la ventana sigue abierta esperando quizás otra nueva tormenta para cerrarse, o quizás terminará cerrándose sola una vez se lea esto que cuento.
Porque Doña María, ¿no fue Usted un ejemplo de la mayor dignificación que se le puede dar a un linaje?, ¿no fue sino Usted la que fue capaz de, mediante su inteligencia y astucia fingiendo desavenencias matrimoniales, sacar toda la fortuna conseguida en África por el "mercenario" de su marido?, ¿no fue sino Usted el mayor ejemplo de mujer fuerte, virtuosa, hacendosa y hasta cierto punto de subordinación masculina?, ¿no fue sino Usted quién parió al hijo que mataron?, ¿no fue sino Usted la heroína de esta historia?, ¿no es sino Usted, Dª María Alonso Coronel, La Buena?.

Cualquier parecido de esta historia con la realidad es..., no lo sé. 
Agradecimientos: Isa.



Nota: En la última foto reciente realizada a la ventana de la sacristía que lleva al sepulcro de Dª. María, no solo se aprecia cómo sigue abierta sino además, lo que parece la presencia de dos figuras femeninas reflejadas en el espejo. Puedo asegurar que en el momento de la toma de la fotografía, yo me encontraba a solas en ese espacio...¿o quizás no?.



 

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