Invitados por la Casa de la Cultura y con motivo de su vigésimo aniversario, nuestra Asociación ha querido estar presente en el acto central de esta celebración y lo ha hecho participando, junto con otras asociaciones locales, en la elaboración de un vídeo en el que hemos querido reflejar nuestro agradecimiento por todos estos años y la vinculación estrecha que nos ha unido y esperamos siga uniendo. Gracias a todos sus trabajadores y trabajadoras por su compromiso demostrado con la cultura, y por conseguir lo mismo que ansiamos y perseguimos todos, el desarrollo cultural de Santiponce. Gracias igualmente al resto de asociaciones locales presentes por escenificar nuestra idea de que solo la unión hace la fuerza.
Para reforzar aún más el carácter cultural de esta celebración, la fortuna, o quizás una acertadísima elección, nos ha permitido disfrutar de la más que interesante conferencia impartida por el Prof. de Historia del Arte D. Juan Luis Ravé. De extenso currículo ha sido comisario de varias exposiciones entre las que destaca por su repercusión la realizada entre 2007 y 2009 denominada Andalucía Barroca. En un ámbito más cercano, como Coordinador del Gabinete Pedagógico del Bellas Artes de Sevilla fue junto con D. Pedro Respaldiza, el encargado de realizar el cuaderno del alumnado del Monasterio de San Isidoro, elaborando una deliciosa joya didáctica que junto la de Itálica de José M. Rodríguez Hidalgo, deberíamos recuperar y difundir entre los más jóvenes de nuestro pueblo.
La idea central sobre la que gravitó el discurso de su conferencia fue la importancia que para el posterior desarrollo del barroco español y europeo, tuvo la creación magistral de Martínez Montañés en San Isidoro. Así, en esta obra montañesina de Santiponce, se asientan algunas de las bases sobre las que sus discípulos completaran su formación. Lo sagrado se hace real y el fundamento de la meditación consiste en reconstruir con la imaginación el lugar donde se suceden los acontecimientos. La imagen perseguida no solo debe tener calidad sino transmitir realismo y cercanía. Fe y forma.
El Prof. Ravé nos introduce a la figura de Montañés con algunos de los hechos o acontecimientos que terminarán por moldear su formación académica y su evolución artística. Así nos habla de como la lectura del Tratado de los Cinco Órdenes de Arquitectura de Vignola (1562) por ejemplo, queda plasmada en el diseño del Retablo de San Isidoro. Un profundo carácter religioso quizás cercano a la heterodoxia, como se hace patente en su vinculación a la Congregación de la Granada. Unos primeros años en el taller de Pablo de Rojas de Granada junto a artistas sevillanos que le aconsejan que vaya a Sevilla a terminar de formarse.
Su carácter inicial manierista, va dando paso a un realismo dulcificado que tiene como máxima expresión al excepcional Cristo de la Clemencia o de los Cálices (1603), actualmente en la Catedral de Sevilla y que nos presenta como prototipo de crucificado que será imitado posteriormente. De igual forma, sus vírgenes presentan elementos comunes como la característica "boquita de piñón" , visible por ejemplo en la posterior (1616) y venerada Virgen de la Cinta de Huelva, prototipo igualmente de Virgen con Niño Jesús.
En su plenitud creadora y tutelado por el arquitecto Juan de Oviedo, recibe el encargo de los monjes de San Isidoro para elaborar un magistral retablo escultórico tras ser descartado el que podría haber sido en un principio uno pictórico. Sobre nuestro retablo, el Prof. Rávé en primer lugar recuerda la minuciosidad en la elaboración de las cláusulas del contrato y como se le obligó incluso con la estancia permanente en el Monasterio. La influencia visible de Torrigiano en el San Jerónimo, o la perfección y detallismo de la policromía recordando que Montañés era hijo de un bordador por lo que participaría en gran medida en el proceso de encarnado. Ensalza las figuras secundarias de grandísimo valor como el Crucificado o las Virtudes e igualmente nos advierte que las figuras orantes están huecas al objeto de aligerar su peso y evitar enfermedades en la madera.
Para afianzar la idea de la trascendencia de la obra de Montañés iniciada en Santiponce y desarrollada posteriormente enlaza con distintos trabajos propios y ajenos, el Cristo de los Desamparados del Santo Ángel, el Señor de Pasión, el Retablo de Santa Clara o el de la Anunciación, San Francisco de Borja y San Ignacio de Loyola. Un detalle de interés nos lo muestra en el retrato que en la Corte le realizó Eduardo Cano y en el que se observa a Montañés tallando un San Jerónimo penitente.
Por último su interpretación de la tridimensionalidad queda manifestada en la pintura y la influencia que reciben maestros del Barroco como Zurbarán, Murillo o Velázquez.
Solo nos queda dar las gracias por estas iniciativas culturales, al prof. Juan Luis Ravé por difundir sus conocimientos y por recordarnos que aún quedan muchas cosas por hacer en San Isidoro, como por ejemplo, y cuando comprobemos con seguridad que no se nos cae el Monasterio, insistir en que nos limpien las imágenes y ver que quedan igual de espectaculares que por ejemplo, las de San Leandro.
Para reforzar aún más el carácter cultural de esta celebración, la fortuna, o quizás una acertadísima elección, nos ha permitido disfrutar de la más que interesante conferencia impartida por el Prof. de Historia del Arte D. Juan Luis Ravé. De extenso currículo ha sido comisario de varias exposiciones entre las que destaca por su repercusión la realizada entre 2007 y 2009 denominada Andalucía Barroca. En un ámbito más cercano, como Coordinador del Gabinete Pedagógico del Bellas Artes de Sevilla fue junto con D. Pedro Respaldiza, el encargado de realizar el cuaderno del alumnado del Monasterio de San Isidoro, elaborando una deliciosa joya didáctica que junto la de Itálica de José M. Rodríguez Hidalgo, deberíamos recuperar y difundir entre los más jóvenes de nuestro pueblo.
La idea central sobre la que gravitó el discurso de su conferencia fue la importancia que para el posterior desarrollo del barroco español y europeo, tuvo la creación magistral de Martínez Montañés en San Isidoro. Así, en esta obra montañesina de Santiponce, se asientan algunas de las bases sobre las que sus discípulos completaran su formación. Lo sagrado se hace real y el fundamento de la meditación consiste en reconstruir con la imaginación el lugar donde se suceden los acontecimientos. La imagen perseguida no solo debe tener calidad sino transmitir realismo y cercanía. Fe y forma.
El Prof. Ravé nos introduce a la figura de Montañés con algunos de los hechos o acontecimientos que terminarán por moldear su formación académica y su evolución artística. Así nos habla de como la lectura del Tratado de los Cinco Órdenes de Arquitectura de Vignola (1562) por ejemplo, queda plasmada en el diseño del Retablo de San Isidoro. Un profundo carácter religioso quizás cercano a la heterodoxia, como se hace patente en su vinculación a la Congregación de la Granada. Unos primeros años en el taller de Pablo de Rojas de Granada junto a artistas sevillanos que le aconsejan que vaya a Sevilla a terminar de formarse.
Su carácter inicial manierista, va dando paso a un realismo dulcificado que tiene como máxima expresión al excepcional Cristo de la Clemencia o de los Cálices (1603), actualmente en la Catedral de Sevilla y que nos presenta como prototipo de crucificado que será imitado posteriormente. De igual forma, sus vírgenes presentan elementos comunes como la característica "boquita de piñón" , visible por ejemplo en la posterior (1616) y venerada Virgen de la Cinta de Huelva, prototipo igualmente de Virgen con Niño Jesús.
En su plenitud creadora y tutelado por el arquitecto Juan de Oviedo, recibe el encargo de los monjes de San Isidoro para elaborar un magistral retablo escultórico tras ser descartado el que podría haber sido en un principio uno pictórico. Sobre nuestro retablo, el Prof. Rávé en primer lugar recuerda la minuciosidad en la elaboración de las cláusulas del contrato y como se le obligó incluso con la estancia permanente en el Monasterio. La influencia visible de Torrigiano en el San Jerónimo, o la perfección y detallismo de la policromía recordando que Montañés era hijo de un bordador por lo que participaría en gran medida en el proceso de encarnado. Ensalza las figuras secundarias de grandísimo valor como el Crucificado o las Virtudes e igualmente nos advierte que las figuras orantes están huecas al objeto de aligerar su peso y evitar enfermedades en la madera.
Para afianzar la idea de la trascendencia de la obra de Montañés iniciada en Santiponce y desarrollada posteriormente enlaza con distintos trabajos propios y ajenos, el Cristo de los Desamparados del Santo Ángel, el Señor de Pasión, el Retablo de Santa Clara o el de la Anunciación, San Francisco de Borja y San Ignacio de Loyola. Un detalle de interés nos lo muestra en el retrato que en la Corte le realizó Eduardo Cano y en el que se observa a Montañés tallando un San Jerónimo penitente.
Por último su interpretación de la tridimensionalidad queda manifestada en la pintura y la influencia que reciben maestros del Barroco como Zurbarán, Murillo o Velázquez.
Solo nos queda dar las gracias por estas iniciativas culturales, al prof. Juan Luis Ravé por difundir sus conocimientos y por recordarnos que aún quedan muchas cosas por hacer en San Isidoro, como por ejemplo, y cuando comprobemos con seguridad que no se nos cae el Monasterio, insistir en que nos limpien las imágenes y ver que quedan igual de espectaculares que por ejemplo, las de San Leandro.
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