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San Isidoro del Campo. Guía del Turista 1911.

Nada mejor para rellenar este domingo tan hogareño que leer lo que sobre Santiponce nos cuenta el Prof. Serrano Ortega en "Monumentos de los pueblos de la Provincia de Sevilla,  libro considerado como la primera guía del turista enfocada al conocimiento artístico de la provincia.
D. Manuel Serrano Ortega de madre santiponceña, nació en 1856 en Sevilla. Licenciado en Derecho y nombrado presbítero en 1884, su gran pasión por la arqueología y los estudios históricos, hacen que en 1915 la Dirección General de Instrucción Pública lo nombrara Conservador del Monumento Nacional de San Isidoro del Campo.
La amplia descripción sobre el Monasterio y la transcripción del texto tal cual aparece en el original ayudan aún más a trasladarnos a lugar y tiempo. Sobre Itálica se recoge igualmente una importante reseña que publicaremos posteriormente.

SANCTIPONCE
A 5,550 kilómetros de Sevilla, sobre la rivera del Huelva y no muy lejos de las famosas ruinas de Itálica, con que algunos la han confundido, asiéntase esta pequeña villa. Su origen es posterior al siglo XIII, pues al levantarse el grandioso Monasterio que en ella se halla, no existía aún, fundándose luego al calor de sus muros y moradores, los primitivos ermitaños. En lugar inmediato existió el pueblo llamado Isla del Hierro, sobre las márgenes del Guadalquivir, azotado siempre con sus tremendas avenidas y que terminaron con él, en las ocurridas los años de 1595 y 1603; y no se remonta á más la fundación ó repoblación de aquellos contornos de la egregia Itálica, sino con los que huyendo del citado lugar se acogieron al Monasterio, que empieza concediéndole sesenta casas y consiguiendo de la Coroa el título correspondiente de villazgo; con anterioridad aquellos terrenos son los llamados campos de Talca y Sevilla la vieja, aprovechando y mutilando las célebres ruinas para levantarse y construir sus viviendas los primeros pobladores.
Respecto á la denominación Sanctiponce, se ha querido encontrarla en el supuesto y primitivo Sancio ó Sanctius, del lugar sobre que se levantó Itálica, y aún se invoca el destino para que se supónese álzase la colonia italicense, Sanctiorum Positio, como lugar para enfermos y valetudinarios: todo es erróneo.
La primera vez que en la Historia se menciona á Sanctiponce ó á Santipons, es en la Carta-Privilegio de concesión de 1298 por Fernando IV al héroe de Tarifa, para levantar templo para su enterramiento: "Et que le podades adotár é heredar de vuestros bienes é de vuestros heredamientos así de lo de ssantipons como quien quier que voz háyades…" & mencionado más adelante Sevilla la vieia con relación á aquel territorio. El susodicho nombre de Sanctiponce sobreviene de San Geroncio, mártir primero de la Fe cristiana en aquellos lugares, habiendo padecido el martirio en las cárceles de Itálica, de la que fué obispo, rezándose así desde antiguo en el Martirologio de la Bética, conmemorándose á XXV de Agosto en su Oficio, que lo toma del antiguo Mozárabe. La memoria de este Santo es tan viva en aquello lugares en los primeros tiempos de la iglesia Bética, y en sus contornos, que edifícasele eremitorio para depositar sus restos y donde se le veneraban, permaneciendo su memoria tan constante que en el siglo VII, le vista San Fructuoso, Arzobispo de Braga, y en el XI, aparece ya en el Martirologio de Usardo Monge; y ésta es la raíz etimológica del nombre en cuestión, transformada por afinidad fonética de Sancti Gerontii, Sanctioronci en Sanctiponce del abreviado y referido Ssantipons, de la Carta-privilegio de fundación del célebre Monasterio. Son memorables estos lugares en la Historia patria, pues si no bastaran tales recuerdos de Itálica, de este primer mártir de Cristo de la Iglesia Bética, la monumental fundación de la Abadía de San Isidoro del Campo, acrecentaríala el recuerdo de que en estos lugares tuvieron origen las célebres Academias Isidorianas, que tanto esplendor aportaron á la civilización Hispano-visigoda, pues aquí escribiéronse las páginas de este portento científico-literario, las Etimologías de San Isidoro, cuyo valor é importancia no se han apreciado aún lo bastante, y en honor a la memoria de tan preclaro varón, cuyas cenizas debieron reposar en grandioso eremitorio de este lugar, levanta y dedícale Alonso Pérez de Guzmán, suntuoso templo y esplendoroso Monasterio. (lámina 27).


Tan famosa y egregia fundación es del año 1298, hecha por el héroe castellano de Tarifa y su esposa, Dª. María Fernández Coronel, mediante la Carta Privilegio otorgada por Fernando IV, al sitio llamado Sevilla la vieja en memoria del glorioso Santo, sobre la iglesia allí existente dedicada á su recuerdo desde la época visigoda, y durante la dominación árabe en poder los mozárabes, fundación para monjes del Cister, que pasado un siglo fué para la Orden de San Jerónimo por disposición del Duque de Niebla, su sucesor, y en dicha Carta le concede el lugar de Santiponce por juro de heredad, con privilegio de horca y cuchillo, con todos sus bienes de aquel territorio, señalando el templo para enterramiento suyo y de su mujer, con exclusión de alguien más, y marcándole para su propiedad los estensos que le rodeaban.
La fábrica del templo es duple, pues está la primitiva de Guzmán el Bueno, del XIV, y á su costado, la de su hijo Don Juan, del XV, ambas de estivo ojival, teniendo al exterior marcado aspecto de fuerte militar, siguiendo la misma línea paralela de construcción, ambas de piedra, menos la bellísima portada de ladrillo agramilado del más puro estilo mudejárico, con una hermosa estatua de la Virgen en piedra, también del siglo XIV, y colocada en su parte superior, existiendo otra portada en el primitivo templo de igual época y construcción, en mal hora transformado en el siglo XVII. En el hermoso presbiterio del templo que se construyó para panteón de tan ilustres próceres, se hallan éstos sepultados á ambos lados en los enterramientos que labrara en el XVII, Juan Martínez Montañés, en mármol, con sendos escudos en sus respectivos entablamentos, así como las inscripciones, y las estatuas orantes de los susodichos personajes, revestidos con indumentaria que no es de la época en que vivieron, pero no obstante ofrecen gran interés para el conocimiento y estudio de la Historia del Arte, siendo de lamentar no se conserven los primitivos sarcófagos en donde reposaban las cenizas de los fundadores, emplazados en el centro del presbiterio, y que debían ser notabilísimos, y con tal acuerdo fueron arrancados de dicho lugar.
La fábrica de este primer templo ofrece un estado lastimoso con las restauraciones sufridas, todas á cual más desacertadas, siendo del siglo XVII las que más huellas han dejado, viéndose mutilados los detalles arquitectónicos ojivales, sustituídos algunos por otros de mal gusto y que no encajan en la arquitectura clásico-cristiana. El altar mayor ofrece á la vista un retablo greco-romano de muy clásico gusto, que sustituyó al anterior de batea, que habría de ser lindísimo y en relación con el templo; se construyó al par que los mausoleos actuales y por el mismo maestro Montañés, de quien es la soberbia estatua de San Jerónimo y algunas otras de sus esculturas, con pasajes de la vida de Cristo siendo las restantes de sus discípulos. Al lado del Evangelio se ve el enterramiento de Don Alvaro de Guzmán, descendiente del fundador, que prescribió en su testamento no fueren enterrados en aquel sagrado lugar, más que él y su mujer, por lo que está quebrantando tal disposición; el altar inmediato de Jesús Nazareno, carece de interés; al lado contrario hay un buen lienzo con pintura de San Pedro, escuela italiana y firma de Pedro Cati, así como otra de San Eutiquio en memoria de las reliquias de este Santo, que trajeron de Roma, en 1600 Don Enrique de Guzmán, y que aquí se guardan; al fondo se ve el coro monacal obra del más acabado barroquismo, y que no obstante su esmerada labor, no cuadra al estilo y severidad del templo, llevando en su centro el facistol de igual época y gusto. (lámina 28).


El segundo templo, que viene á ser como nave adherida al anterior y edificado por D. Alonso Pérez de Guzmán, respetando lo dispuesto por el fundador, su padre, es obra del siglo XV, y en él tienen sepultura así como su esposa y descendientes: su fábrica se conserva más pura que la anterior, siendo de admirar la construcción de su ábside, estando al lado del Evangelio enterrado el fundador, en arco mural abierto, con estatua yacente de mármol blanco interesantísima, pues parece armado de punta en blanco con espada, á usanza de la época. En el mismo muro y forma se halla el sepulcro de D. Bernardino de Zúñiga su descendiente, también en estatua yacente de mármol, con traje del siglo XVI. Al lado de la Epístola y frontero al primero se halla el sepulcro de Doña Urraca Osorio, mujer del fundador, y en idéntica posición y forma, cuyo ropaje y preseas son interesantísimas, pues acusa el traje de las damas señoriales del siglo XIV, con dos figuras decorativas de mujer á la cabecera del lecho mortuorio en actitud de contemplarla, de menor tamaño, y otra á los pies que representa la de Leonor Dávalos, egregia matrona Sevilla que recuerda el acto heroico de arrojarse á la hoguera para defender la castidad de su noble señora al ser condenada á este suplicio, que sufrió en la Alameda de Sevilla por condena del rey cruel en 1367, cuyos hermosos sarcófagos estuvieron emplazados como los del templo anterior, en su centro hasta las reformas detestables del XVII. En el altar mayor se contempla un Calvario de escaso mérito; mas no así un grupo de Santa Ana y San Joaquín que se ven en el mismo. En uno de los altares laterales se venera á la patrona del pueblo la Virgen del Rosario, de escaso mérito. Llama la atención la vidriera que hay á los pies del templo, del siglo XVI con San Isidoro, así como la hermosa pintura en tabla del XV, con la Virgen, con Santa Catalina y Santa Bárbara, de Juan Sánchez de Castro y que debieron pertenecer al primitivo retablo. Una pintura de San Millán de la Cogulla de autor desconocido. También llama la atención un frontal de azulejos polícromos en mal estado, así como la cavidad que se ha hecho en el muro de la derecha para custodiar la histórica piedra, que se ve tras reja de hierro, relativa á la leyenda sobre San Isidoro y el mármol referido del brocal del pozo, con la inscripción, Gutam cavat lapidem. Tiene el monasterio un campanario del XVII con revestimiento de azulejos de reflejos metálicos.
La sacristía es igualmente de estilo ojival con bóveda aristada de piedra, y en ella se admiran muchas preciosidades, restos de lo que debió encerrar sus cajoneras y guarda joyas antes de la exclaustración, con la que se nos escaparon la mitad de nuestras riquezas suntuarias, y cuyo despojo continuó hasta 1873, en este santuario de la Religión y del Arte. Allí se custodia preciosa capa de terciopelo verde del siglo XV; un artístico cuchillo-puntero de igual época, con el mango de cristal y en él se lee, la inscripción, Omnia venit Deo. Un ostensorio de plata del XVI, otro de bronce del XVII, más los ternos de oficios del XVII que se custodian en Santa Paula de Sevilla; un Cristo de marfil que mide 0,90 mts. de manos del propio Roldán; copia muy bien ejecutada de la Virgen de la Antigua, de la basílica hispalense: otra pintura de Roelas, con la Coronación de Nuestra Señora; una estatua de la Virgen, del maestro Montañés y otras muchos preciosidades artísticas que sería prolijo referir. De aquí se pasa á la Sala de Capítulo, decorada con copias de cuadros del Escorial en el siglo XVIII, representando la vida de San Jerónimo, y en ella se conserva la antigua capilla de la reserva del Jueves Santo, modelo del barroquismo más exagerado, pero de labor prolija y curiosa, y en ella se ve un Cristo románico del XIV, ejemplar escultórico muy interesante.
Por otra puerta ojival contigua de la sacristía se pasa al llamado patio de los muertos, que aun ostenta muestra de lo que un día fuera, y al par acusa los actos de vandalismo llevados á cabo en su fábrica y decorado; desde luego que sus líneas generales de construcción no se han perdido, ni su techumbre, restos de frescos del XV y otros detalles interesantes, mas no así en su alicatado que se halla destrozado: de aquí pásese al antiguo refectorio, hermosa pieza ojival, donde se admira una colosal pintura al fresco con la Cena, del XV. Adjunto al primer patio hállase el llamado de los Evangelistas, que aunque también muy destrozado, es digno de la más esmerada conservación por contener una rica colección de pinturas al fresco, de los fines del XIV ó comienzos del XV, hoy defendidos por unas compuertas que le han colocado, mas hallánse mutiladas y destrozadas tales pinturas, por los reclusos que aquí estuvieron en 1870, cuando se destinó el edificio á presidio: estas pinturas anuncian los albores de la gran Escuela pictórica sevillana: á más hay otros dos patios de igual época, en la parte del edificio que es hoy propiedad particular é independiente del templo y piezas descritas: en suma, este Monasterio tan en decadencia, constituyo aún uno de los principales monumentos de la provincia, por su hermosa fábrica, por sus notables enterramientos, por su riqueza artística y por sus recuerdos históricos tan gloriosos para la Historia patria y para la local de Sevilla, siendo merecedor á que se le declarara monumento nacional, y procurarse salvarle de cualquier atentado que se tratara de cometer el día de mañana, lo que no juzgamos muy difícil: y sobretodo que se borren las letras que con ocre negro está pintada la inscripción del sepulcro de Dª. Urraca Osorio y Leonor Dávalos, para que sean estampadas ó esculpidas cual se merece, en memoria y honra de suceso tan memorable.


Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. 2006

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