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GUTTA CAVA LAPIDEM (La gota horada la piedra)

I. El porqué.
Como culminación a su magistral visita guiada, D. Pedro Respaldiza se despidió del grupo junto al fragmento del brocal del pozo citando el famoso proverbio de Ovidio (GUTTA CAVA LAPIDEM - La gota horada la piedra no por su fuerza sino por su constancia), para darnos a entender que con actividades como la desarrollada el pasado sábado en el Monasterio, se consigue poco a poco calar en la ciudadanía y en las administraciones,  la importancia vital de la salvaguarda del Patrimonio heredado.


II. Los guías y los guiados.
Excepcional éxito de visitantes al Monasterio de San Isidoro en la actividad correspondiente a la “Jornada Europea de Patrimonio - 2018” coordinada por el Gabinete Pedagógico de Bellas Artes de la Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte de Sevilla (Juan Luis Ravé) dependiente de la JUNTA DE ANDALUCIA - Consejería de Cultura.
A cargo de grupos de aproximadamente veinte componentes cada uno, las profesoras y profesores de la Asociación Ben Baso,  Olimpia Díaz, José Manuel Navarro, Esteban Moreno, José Luis Yuste, José María García Fernández, José Antonio Navarro y nuestros asociados Dolores Cinta Macías, José Velázquez y Pedro Respaldiza, volvieron a embelesar con sus explicaciones a los más de doscientos visitantes que pudieron disfrutar de las afamadas pinturas al fresco, el delicioso claustro mudéjar y el afamado retablo montañesino.
Por muchos tratados, guías y libros sobre los elementos clave de nuestro monasterio, no hay conocimiento más privilegiado y cercano que el que supone recibir y degustar las explicaciones de nuestros cualificados profesores. Cada cual en su variedad aportando datos de sus respectivas parcelas: historia, arte, arquitectura... La organización, otra vez, fue envidiable y nuestro público demostró en todo momento predisposición, ganas y ansia por descubrir y aprender sobre un Monumento que no dejó a nadie indiferente. La expectación y el asombro se respiraban y los visitantes contribuyeron a la amenidad de las visitas interactuando con nuestros guías durante todo el recorrido. No podemos dejar tampoco de mostrar nuestro agradecimiento al personal del Monasterio por su amabilidad y paciencia.




III. El primer otoño.
Amanecía. Aquí el amanecer es más claro, más intenso, más hiriente. El espejo de la escarcha lucha con la tierra, la piedra, por mantener su esbeltez planísima, pero pierde la batalla contra el sol naciente y tibio. Ahora ya el rocío se deshace en perlas fragmentadas sobre el descanso de los moradores sin nombre. Hoy la columna se desangra en granito gélido y trepan por su basa venas de helechos muy vivos. El mudéjar es frío, muy frío. Algún rayo de sol, recién horneado, calienta las almenas incoloras.


IV. El claustro de coral.
Dentro, el cielo es un reflejo de sí mismo. Todo es un océano de luz inmenso, gris, en calma. Se puede navegar y caminar sobre sus aguas. Y, como todo océano, tiene el color de los corales. Por las paredes, las arcadas, las barreras. Las decoraciones, caprichos marineros de aquellos monjes terrestres, dejan paso a la luz y proyectan estrellas de mar en el mármol. Montañés encara su espalda a la lumbre del sol del oeste y el abrazo de Dios se precipita por el eco del cincel. Todos miran, todos entienden. Las pinturas guardan y esconden su belleza en las esquinas y, mientras pasean los curiosos, termina de levantarse el día. Todo a medida de la luz. Todo a medida de los tiempos. Todo a medida del tiempo. (ML.III)
















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