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A San Valentín no lo matamos nosotros

A San Valentín lo mataron otros romanos, no fuimos nosotros. La leyenda del santo viene del siglo III cuando el emperador Claudio II prohibió el cristianismo. Resulta que el santo mártir tenía la costumbre de casar a escondidas y por la liturgia cristiana a soldados con sus "sponsas".
Claudio II se enteró y lo metió en la cárcel y en los días de espera hasta la ejecución, San Valentín conoció a la hija ciega del juez de la prisión y como era Santo, le pidió a Dios que le curara la ceguera. Al final, todo termina con los romanos,  cortándole la cabeza al mártir que antes de subir al cadalso le entregó una carta a la ciega para que ¡la leyera!.  Pues, la leyó. La ciega milagrosamente sanada por las plegarias, recobró la vista y consiguió leer la famosa "Tu Valentín", en la que a las claras se manifestaba el amor "ciego" hacia la muchacha.
Después la tradición cristiana aprovechó la fecha del 14 ó 15 de febrero para eliminar la Lupercalia, que era una fiesta pagana en la que los adolescentes sacrificaban cabras y vestidos como "lupus" -lobos-, se armaban de correas ensangrentadas recogidas en el ritual y le iban dando de correazos a las mujeres en la espalda como símbolo de fecundidad.
En la Edad Media, la fiesta de San Valentín se orienta a la celebración del amor cortés, y el cariño más fraternal que amoroso, así hasta llegar a nuestros días en lo que realmente lo que se celebra es el "qué le compro yo a esta ahora".




Recordar que sigue abierta la petición de firmas en change.org en este enlace, y que ayer fueron casi 900 las personas firmantes, de las cuales, se destaca una mayoritaria aportación de foráneos.
Agradecer enormemente su contribución y animar al resto de personas del pueblo a que secunden esta petición por la trascendencia en el futuro del monumento.









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