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Un camero y la escena del Nacimiento del retablo de Martínez Montañés.

Son días estos, en los que bien por tradición, costumbre o religiosidad, un gran número de hogares españoles colocan su particular "Belén", "Nacimiento" o "Portalito".  
D. José Muñoz San Román, insigne camero nacido en 1876, maestro, escritor y redactor, concejal electo del Ayuntamiento de Sevilla, Secretario General de Turismo en la Expo del 29, miembro de la Academia de las Buenas Letras e hijo adoptivo de Sevilla, solía colaborar con la prensa sevillana de la época, elaborando artículos de diversa índole.
En el que nos ocupa, Muñoz San Román en 1931, analiza los que a su entender son algunos de los mejores ejemplos de Nacimientos sevillanos, concebidos por los cinceles de los maestros canteros o de las gubias de las prodigiosas manos de los imagineros.
Y precisamente de las manos más prodigiosas del llamado Dios de la madera, surgió la escena del Nacimiento del Retablo de Martínez Montañés de la Iglesia Mayor del Monasterio de San Isidoro, a la que Muñoz San Román dedica unas preciosas palabras alabando sobre todo cuánta ternura desprendida y cuánta maestría demostrada.


ABC (Sevilla). 20 de diciembre de 1931


Pasada con el periodo románico la escultura expresiva de escenas tétricas y atormentadas, nace, con el gótico, la inspirada en la gracia ingenua y en la serenidad, cultivándose los temas de gloria. Fueron entre éstos los primeros los representativos del nacimiento del Redentor, en los diversos instantes de tan señalado acontecimiento: la adoración de los pastores y de los Reyes de Oriente. Tema por demás sugestivo e inefable, que inspira al espíritu creyente profundas emociones y fervorosos deleites. La escultura Sevilla no habría de substraerse al influjo del nuevo estilo, y es en la Catedral, rematada en el siglo XIV, donde se colocan los primeros grupos escultóricos ejecutados con la traza del gótico.
Una de las primeras obras de esta clase, considerada como un verdadero dechado de belleza, es el gran retablo del altar mayor, proyectado, dirigido y en gran parte realizado por Dancart, en madera que unos dicen de alerce y otros de castaños, pinos y Flandes, traídos de los montes de Segura. Fue pintado y estofado por el insigne Alejo Fernández y sus diestros colaboradores.
Tan graciosa obra, conmemorativa de todos los pasajes de la vida de Jesús, está dividida en zonas, y éstas en nichos, resaltando el simulacro del Nacimiento en uno de los de la cuarta, sobre la Virgen de la Sede, Patrona de la Catedral.
La escena del Nacimiento es de una sencillez y de una gracia sorprendentes. Adoran al Niño, María y José, en actitud reposada, de rodillas, y con singular arrobo en la expresión. El plegado de las ropas es abundante y primoroso. Completan el cuadro las figuras de tres ángeles y las del buey y la mula.
La otra obra gótica de la Catedral sevillana, que representa el Nacimiento en la escena de la Adoración de los pastores, se halla en el tímpano de la Puerta del Nacimiento, conocida por la de San Miguel porque está enfrente del Colegio de dicho nombre. El hermoso simulacro es de barro cocido, igual que las preciosas e interesantes figuras de Pedro Millán, del gusto ojival florido que decoran los lados de la antedicha puerta.
Criticando el grupo escultórico aludido, dice un autor “Revela esta obra una espontaneidad y candor admirables, resaltando la imagen de la Virgen María por su noble y sencilla expresión, así como la de una pastorcita que se acerca con presentes, en cuyo rostro hay tal vida y es tan realista, que sin duda, el imaginero que la ejecutó tuvo presente “algún tipo de mujer conocido a la sazón en la ciudad”. El mismo autor agrega: “Las chozas y casas que forman los lejos; los grupos de pastores que ante ellas manifiestan su júbilo, recuerdan muy al vivo los fondos de las tablas pictóricas con que los maestros flamencos de aquella edad embellecieron sus obras, a pesar de su convencionalismo”.
Respecto al uso de lo convencional en estas figuras, podemos señalar el caso de que la del pastor calce unas magníficas botas de montar.

No debe olvidarse, antes bien habremos de señalar como una de las obras más bellas representativas de la escena del Nacimiento, uno de los altorrelieves que, con otros, constituyen el magnífico retablo de Martínez Montañés, formando el altar mayor de la iglesia del que fue Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce (Sevilla).
Cuantas alabanzas pudiéramos dedicar a esta bellísima obra serían harto mezquinas. Cuánta expresión de ternura, cuánta riqueza de arte, cuánta maestría en la ejecución. Con decir que esta obra es una de las maestras del inmortal imaginero habránse hecho de ella los más certeros y justos elogios.

Destacan también entre los grupos escultóricos de Nacimientos, en Sevilla, dos magníficas obras ejecutadas en el siglo XVIII, a la manera de Martínez Montañés. Las dos se encuentran en clausura, la una en la del convento de la Encarnación y la otra en el de Santa Clara. Pudieron admirarse por el público cuando formaron parte de la Exposición Mariana, celebrada en la iglesia del Divino Salvador en el año del certamen iberoamericano.
Parécenos la primera de una arte más bello y acabado, y que la figura del pastor es de más exquisito mérito que las otras. Ignórase quiénes puedan ser sus autores, aunque se repute la del pastor por original de Ruiz de Gijón, dado el parecido que tiene con la del Cirineo de la Hermandad de las Tres Caídas de San Isidoro, que es de aquel célebre imaginero.

El simulacro del Nacimiento en la escultura sevillana, como se confirma por las obras a que nos hemos referido y por tantas otras de que no hemos hecho mérito, tiene un alto relieve y un considerable prestigio de arte y de belleza.

J. Muñoz San Román







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